TRANSFIGURACIONES - Octavio Paz


Fragmentos de "TRANSFIGURACIONES" de Octavio Paz.

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Hay muchas maneras de acercarse a una pintura: en línea recta hasta plantarse frente al cuadro y contemplarlo cara a cara, en actitud de interrogación, desafío o admiración; en forma oblicua, como aquel que cambia una secreta mirada de inteligencia con un transeúnte; en zig-zag, avanzando y retrocediendo con movimientos de estratega evocadores tanto del juego de ajedrez como de las maniobras militares; midiéndolo y palpándolo con la vista, como el convidado goloso mira examina una mesa tendida; girando en círculos…

Desde hace más de veinte años giro en torno a la pintura de Rufino Tamayo.
¿Cómo definir mi actitud ante la obra de Tamayo? Rotación, gravitación: me atrae y, simultáneamente me mantiene a distancia –como un sol. También podría decir que provoca en mí una suerte de apetito visual: veo su pintura como un fruto, incandescente e intocable. Pero hay otra forma más exacta: fascinación. Lo miro y poco a poco, con inflexible y lenta seguridad, se despliega y se vuelve un abanico de sensaciones, una vibración de colores y de formas que se extienden en oleadas: espacio vivo, espacio dichoso de ser espacio. Después con la misma lentitud, los colores se repliegan y el cuadro se cierra sobre sí mismo. No hay nada de intelectual en esta experiencia: describo simplemente el acto de ver y la extraña, aunque natural, fascinación que nos embarga al contemplar el cotidiano abrir y cerrarse de las flores, los frutos, las mujeres, el día, la noche. Nada más lejos de la pintura metafísica o especulativa que el arte de Tamayo. Al contemplar sus cuadros no asistimos a la revelación de un secreto: participamos en el secreto que toda revelación.
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Hay que agregar que la verdadera originalidad de Tamayo –su originalidad pictórica- no reside en su actitud crítica frente a la confusión entre pintura y literatura política en que debatían los artistas mexicanos en esos años, sino en su actitud crítica ante el objeto. Pintura que somete el objeto a una inquisición sobre sus propiedades plásticas y que es una investigación de las relaciones entre los colores, las líneas y los volúmenes. Pintura crítica: reducción del objeto a sus elementos plásticos esenciales. El objeto visto no como una idea o representación sino como un campo de fuerzas magnéticas.

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… Al final de este periodo, Tamayo comienza a pintar una serie de telas violentas, a veces violentas, otras exaltadas y siempre intensas y reconcentradas: perros aullando a la luna, pájaros, caballos, leones, amantes en la noche, mujeres en el baño o danzando, solitarios contemplando un firmamento enigmático: nunca fue más lúcido ni más dueño de sí el delirio. Alegría trágica. Tamayo descubre por esos años la facultad metafórica de los colores y las formas, el don del lenguaje que es la pintura… Tamayo convierte a su pintura en un arte de la transfiguración: el poder de la imaginación que hace un sol de un mamey, una media luna de una guitarra, un pedazo de campo salvaje del cuerpo de una mujer.

Tamayo es riguroso y  se ha impuesto una limitación estricta: la pintura es, ante todo y sobre todo. Un fenómeno visual. El tema es un pretexto; lo que el pintor se propone es dejar en libertad a la pintura: las formas son las que hablan, no las intenciones ni las ideas del artista. La forma es emisora de significados.
…Dentro de esta estética, que es la de nuestro tiempo, la actitud de Tamayo se singulariza por su intransigencia frente a las facilidades de la fantasía literaria. No porque la pintura sea antiliteraria –nunca lo ha sido ni puede serlo- sino porque afirma que el lenguaje de la pintura –su escritura y su literatura- no es verbal sino plástico.
… Las ideas y los mitos, las pasiones y las figuras imaginarias, las formas que vemos y las que soñamos, son realidades que el pintor ha de encontrar dentro de la pintura: algo que debe brotar del cuadro y no algo que el artista introduce en el cuadro.
… La pintura es un lenguaje original, tan rico como el de la música o la literatura.

Tamayo pasa de la crítica del objeto a la crítica de la pintura misma. Exploración del color: “a medida que usamos un menor número de colores –dijo alguna vez Paul Westheim- crece la riqueza de las posibilidades. Es más valioso, pictóricamente hablando, agotar las posibilidades de un solo color que usar una variedad ilimitada de pigmentos”. Se dice y repite que Tamayo es un gran colorista; hay que añadir que esa riqueza es fruto de una sobriedad.

… La limitación se vuelve abundancia: universos azules y verdes en un puñado de polen, soles y tierras en un átomo amarillo…

El dibujo de Tamayo es el de un escultor: señala los puntos de convergencia las líneas de fuerza que rigen una anatomía o una forma… el verdadero esqueleto de la pintura.

… En la pintura de Tamayo las formas y figuras no están en el espacio: son el espacio, lo forman y conforman, del mismo modo que las rocas, las colinas, el cauce del río y las arboledas no están en el paisaje: construyen o, mejor dicho, constituyen el paisaje.

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Aquí Paz, hace una correlación entre Tamayo y algunos de sus contemporáneos como Dubuffet y Willem de Kooning.

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Todos los críticos han señalado la importancia del arte popular en su creación. Es innegable, pero vale la pena investigar en qué consiste esa influencia. Ante todo, ¿qué se entiende por arte popular? ¿Arte tradicional o arte del pueblo? El pop-art, por ejemplo, es popular y no es tradicional. No continúa una tradición sino que, con elementos populares, intenta y a veces logra crear obras que son nuevas y detonantes: lo contrario de una tradición. En cambio, el arte popular es siempre tradicional: es una manera, un estilo que se perpetúa por la repetición y que sólo admite variaciones ligeras. No hay revoluciones estéticas en la esfera del arte popular. Además, la repetición y la variación son anónimas o, mejor dicho, impersonales y colectivas.

… El arte popular, por constituir un estilo tradicional sin interrupciones ni cambios creadores, no es arte, si se emplea esta palabra de una manera estricta. Por lo demás, no quiere ser arte: es una prolongación de los utensilios y de los ornamentos y no aspira sino a confundirse con nuestra existencia diaria. Vive en el ámbito de la fiesta, la ceremonia y el trabajo: es vida social cristalizada en un objeto mágico. Digo mágico porque es muy probable que el origen del arte popular sea la magia que acompaña a todas las religiones y creencias: ofrenda, talismán, relicario, sonaja de fertilidad, figurilla de barro, fetiche familiar. La relación entre Tamayo y el arte popular debe buscarse, por tanto, en el nivel más profundo: no sólo en las formas sino en las creencias subterráneas que las animan.

No niego que Tamayo haya sido sensible al hechizo de las invenciones plásticas populares: señalo que no aparecen en su pintura por ser hermosas, aunque lo sean. Su significación es otra, unen a Tamayo con el mundo de su infancia. Su valor es afectivo y existencial: el artista es el hombre que no ha sepultado enteramente a su niñez. Aparte, esas formas populares son algo así como venas de irrigación: por ellas asciende la sabia ancestral, las creencias originales, el pensamiento inconsciente, pero no incoherente, que anima al mundo mágico. La magia, dice Cassirer, afirma la fraternidad de todos los seres vivos porque se funda en la creencia en una energía o fluido universal.

…Dos consecuencias del pensamiento mágico: la metamorfosis y la analogía. Metamorfosis: las formas y sus cambios son simples transmutaciones del fluido original; analogía: todo se corresponde si un principio único rige las transformaciones de los seres y de las cosas. Irrigación, circulación del soplo primordial: una sola energía recorre todo, del insecto al hombre, del hombre al espectro, del espectro a la planta, de la planta al astro. Si la magia es la animación universal, el arte popular es su superviviencia: en sus formas encantadoras y frágiles está gravado el secreto de la metamorfosis. Tamayo ha bebido el agua de ese manantial y conoce el secreto. No con la cabeza, que es la única manera en que nosotros, modernos, podemos conocerlo, sino con los ojos y con las manos, con el cuerpo y la lógica inconsciente de lo que, inexactamente, llamamos instinto.

Si se piensa en los dos polos que definen la pintura de Tamayo, el rigor plástico y la imaginación que transfigura al objeto, se advierte inmediatamente que su encuentro con el arte precolombino fue una verdadera conjunción.